lunes, enero 22, 2007

La Princesa Mee.


Era Mee, la Princesa,
adorable y pequeña;
así lo cantaban los elfos.
Su cabello adornaba
con perlas engarzadas;
de oro y fina seda, un pañuelo
lucía en la cabeza;
y una trenza de estrellas
plateadas su cuello envolvía.
Ligeras telarañas
formaban una capa
que en azul de luna refulgía,
ceñía su talle
con gotas de diamante
como bañadas en rocío.

De día caminaba
envuelta en su gris capa
con capucha de azul sombrío;
mas de noche lucía
brillante y cristalina
bajo la bóveda de estrellas:
su calzado era tenue
como malla de peces
cuando pasaba entre centellas
a bailar a su lago,
y a su reflejo helado
de aguas quietas iba a jugar.
Cual luminosa niebla
volando y dando vueltas,
destellaba, como el cristal,
donde sus pies de plata,
fugazmente rozaban,
ágiles, la pista de baile.

Miró arriba, hacia lo alto,
al cielo despejado
y a la oscura costa delante;
y girando de pronto
y bajando los ojos,
vio que iba a su par, allá abajo
una Princesa Shee
tan bella como Mee
¡y las dos, pie con pie, danzando!

Era Shee tan liviana
como Mee, iluminada;
pero, ¡qué extraño!, estaba Shee
puesta al revés, inversa,
coronada de estrellas
en un hondo pozo sin fin.
Su brillante mirada
inmóvil contemplaba
los ojos de Mee con sorpresa,
¡era algo extraordinario,
andar cabeza abajo
moviéndose en un mar de estrellas!

Sus pies, únicamente,
se encontraban a veces;
pues dónde estarán los senderos
que llevan al lugar
donde de pie no están,
sino del revés, en el cielo,
nadie puede decirlo,
ni aprenderlo de hechizos
que los elfos puedan lanzar.

Así pues todavía
como entonces, hoy día,
una elfa baila en soledad;
perlas en el cabello,
y con su talle esbelto,
con sus zapatos tenues,
como malla de peces, Mee:
¡como malla de peces,
con sus zapatos tenues,
y su talle esbelto,
perlas en el cabello, Shee!